
Puede que en alguna ocasión hayas pensado que las almohadas realmente no sirven para nada. Es más, quizá alguna vez te has levantado con el cuello dolorido y has pensado que a lo mejor habría valido más la pena descansar la cabeza directamente sobre el colchón. Sin embargo, ya te lo adelantamos, la almohada es un factor clave si quieres disfrutar de un sueño reparador y si buscas evitar problemas de salud a largo plazo.
En este artículo vamos a contarte cómo elegir la almohada ideal para ti pero antes vamos a ver qué puede pasar por dormir sin almohada, para qué sirve este accesorio de descanso y en qué ocasiones sí que puedes dormir sin ella. ¡Quédate con nosotros y toma nota de todas las claves!

¿Qué pasa si duermo sin almohada?
Para la mayoría de personas, la almohada es fundamental para conservar una postura natural al dormir. Este accesorio de descanso ayuda a mantener una postura corporal correcta y a relajar el cuerpo, evitando la sobrecarga de los músculos del cuello.
- Tensiones en el cuello y cervicales: Al dormir sin almohada o usando una almohada que no tiene la altura o la firmeza adecuada, los músculos del cuello y las cervicales pueden verse sometidos a una mayor presión por tener que sujetar el peso de la cabeza.
- Reflujos de ácido: Al dormir con la boca a la altura del estómago es más fácil provocar reflujos de ácido y regurgitar de forma involuntaria, lo que puede llegar incluso a interrumpir el sueño y el descanso.
¿Cuándo puedo dormir sin almohada?
Aunque lo más recomendable sea utilizar una almohada, hay algunas excepciones en las que dormir sin ella no sería perjudicial. Vamos a verlos:
- Personas que duermen boca arriba y en un colchón que alivie los puntos de presión:
- Personas que duermen boca abajo: Aunque es importante aclarar que esta postura es la menos recomendada para evitar dolencias y lesiones
- Personas que pesan poco: Cuanto menos peses, menor presión ejercerás sobre las cervicales y menos necesaria será la almohada.
- Recién nacidos: Nunca deben dormir con almohada durante los primeros dos años de vida, ya que pueden impedirles respirar correctamente.